«Mayas. Revelación de un tiempo sin fin», ideada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México y abierta al público hasta el próximo 8 de febrero en el Museo del Quai Branly de París, invita a descubrir los secretos de quienes residieron en parte de México, Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador, alrededor de a partir del 2500 a.C y hasta el siglo IX.
Los mayas todavía perviven hoy en día. Si se toman muestras de ADN de aquellos gobernantes y de las personas que actualemtne viven en esa zona, especialmente en el norte de la península de Yucatán, se comprobará que comparten la misma filiación
Así que lo que se extingió fue aquella gran civilización mesoamericana que conoció su ceita entre los siglos VIII y IX y que cosntruyó ciudades de unos 50.000 habitantes en medio de la jungla, con impresionantes pirámides como las de Tikal, Chichén Itza o Uzmal, urbes de piedra que la vegetación engulló y que permanecieron ocultas hasta fines del siglo XIX.
Una de las piezas más destacadas de esta exposición es un gran fresco de piedra del año 736 y encontrado en Palenque, que representa al soberano K’inich Haahb Pakal en un ritual de autosacrificio junto a su nieto y a su hermano, dedicado a K’inich O’Khanx, protector del maestro de la guerra y del inframundo, el dios GIII.
Los mayas, grandes naturalistas que aprendieron a dominar un entorno hostil, pensaban que las ranas estaban asociadas a las divinidades acuáticas y al inframundo y que al croar anunciaban la lluvia y, por tanto, la regeneración de la tierra. Todo ello se ve en esta muestra.
Por otro lado, con impresionantes esculturas, pequeñas tallas en estuco o en oro, seta exposición se fija en la estructura social, donde existe una jerarquía de poder muy claramente definida y hereditaria, que preservaba el orden económico y político.
También esta exposición aborda el famoso calendario maya y sus supuestas profecías apocalípticas. Hay que recordar que los mayas retomaron el calendario de los olmecas y lo perfeccionaron con notables conocimientos de astronomía hasta generar ciclos de 18. 980 años, que contemplaban los culos de la Luna, el Sol, Venus o Marte.
La muestra concluye viajando por el interior de las ciudades, concebidas a imagen del cosmos y a menudo dotadas de edificios alineados con el Sol en los solsticios o equinoccios, y se detiene en su sistema de escritura, con logogramas que representaban palabras y fonogramas que transcribían sonidos silábicos, un lenguaje similar al «ch’ol» moderno.
Foto vía Travel by México