Cuando el neón, el argón y el sodio atraviesan un campo eléctrico, estos gases incoloros e inodoros empiezan a irradiar luz fluorescente, materia prima que por primera vez protagoniza, en su vertiente artística, una interesante exposición en París.
La muestra denominada «‘Who’s afraid of red yellow and blue?» (‘¿Quién teme al rojo, al amarillo y al azul?’) destaca por ser la primera gran exhibición internacional dedicada a ese elemento, que iluminará la Maison Rouge parisina hasta el próximo 20 de mayo.
Las salas de la exposición recogen distintas temáticas del movimiento fluorescente, con títulos tan notables como A contracorriente, La luz rota, Crisis, Sobreexposición o Sueño, eclipse, extinción.
De este modo, ese genial invento fue ideado en 1912 por el químico francés George Claude, quien lo presentó públicamente en la Exposición Universal de París. Luego fue patentado y vendido a la compañía Packard, y empezó a inundar las calles de diferentes ciudades en los felices año veinte del siglo pasado.
En la década de los treinta, el fotógrafo y pintor húngaro Moholy-Nagy profetizó que los juegos de iluminación nocturna en las grandes ciudades constituían un «campo de expresión» que no tardaría en encontrar sus artistas.
Y acertó plenamente. La luz fluorescente llegó al mundo del arte en los años cuarenta, cuando pioneros como Gyula Kosice y Lucio Fontana comenzaron a trabajar esta modalidad en sus pinturas y esculturas.
No obstante, hubo que aguardar hasta los años sesenta para que los artistas se vieran totalmente «iluminados» por esa luz, con tres focos, Estados Unidos de Norteamérica, Italia, Francia, y un grupo de unos quince artistas. Entre ellos destacaron Martial Raysse, que trabajó con la pintura y la imaginería pop; Bruce Nauman, que unió la escultura y las instalaciones; François Morellet, que se sirvió de la geometría, o Piotr Kowalski, que exploró las palabras y la poesía.
Foto vía Noticias de último momento