Basta cruzar las rejas del Palacio Real para que desaparezcan el ruido y la furia de la ciudad. Aunque el lugar no fue siempre así de tranquilo: bajo sus arcadas albergó garitos, lupanares, protitustas, excéntricos, artisats y...
Basta cruzar las rejas del Palacio Real para que desaparezcan el ruido y la furia de la ciudad. Aunque el lugar no fue siempre así de tranquilo: bajo sus arcadas albergó garitos, lupanares, protitustas, excéntricos, artisats y...