La Plaza de la Bastilla

La primera vez que fui a París y me acerqué a la Plaza de la Bastilla me llevé una pequeña decepción. Salí de la boca del metro con la intención de ver uno de los lugares con más historia de la ciudad, y me encontré un enorme revuelo de tráfico. Mucho ruido, gente de acá para allá, y el sonido constante de los cláxones de los coches.

Frente a mí se hallaba la Columna de Julio, que con sus 52 metros de altura era lo único que me acercaba a aquellos trágicos acontecimientos de la Revolución de 1789. Allí se situaba, desde finales del siglo XIV, la vieja Fortaleza de la Bastilla, aquella que al tomarla significó el arreón definitivo que se necesitaba para levantar a las masas y provocar la revolución. Allí donde estuvieron presos Voltaire, el Marqués de Sade o el célebre Hombre de la Máscara de Hierro.

Hoy de aquellos sucesos y de aquella plaza de finales del siglo XVIII apenas queda el recuerdo y el halo mágico, además de algunos restos de la fortaleza que se pueden ver en el metro de la Bastilla (vaya lugar, también…). La Plaza de la Bastilla hoy podemos asemejarla a una enorme rotonda alrededor de la columna, erigida en 184 y rematada por el Ángel de la Libertad.

Junto a la columna se sitúa la Ópera de la Bastilla, inaugurada en 1989, otro pequeño recuerdo a la toma de la Bastilla, en honor a su doscientos aniversario. Es un edificio muy bonito, de las óperas más grandes del mundo, de carácter circular y elaborado en vidrio, que tiene capacidad para unos 27.000 espectadores.

Por lo demás, poco más, la verdad. Tan sólo que la Plaza de la Bastilla es un buen lugar de comienzo para visitar el barrio de Le Marais y llegar hasta la Plaza de los Vosgos. No sé porqué en algunos aspectos París ha querido mantener intacto su pasado y en otros no ha parecido importarle que el tráfico y el ruido la hayan copado. Gajes del oficio, en este caso, gajes de algunas ciudades, ¿no?.

Foto Vía Structurae